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Pizza con champán

Murió Carlos Saúl Menem, a sus 90 años, y de este modo concluye tal vez una década icónica para el país: convertibilidad, Río Tercero, la estratosfera, y los lujos gubernamentales.

Al comienzo de su mandato, la comparación del gobierno de Carlos Saúl Menem fue con el de Miguel Ángel Juárez Celman, quien un siglo antes, en 1890, había anunciado políticas similares. Sin embargo, “Menem lo hizo” más a fondo durante una década con impacto hasta el presente: creo un país ilusorio con una moneda que no se pudo sostener en el tiempo.

Sus ideas sobre la revolución productiva, el salariazo y el “síganme que no los voy a defraudar” se completaron con una farandulización de la política, sin precedentes, que gran parte de la sociedad celebró con “pizza con champán” o el “deme dos”.

Se exacerbó la vida íntima, tribial, de excesos y gritos aplaudidos por Mick Jaguer o Madonna como Evita desde La Rosada. No fue la belle epoque, sino una fantasía peligrosa y fugaz. Algunos episodios retumban en nuestra memoria: los dos atentados terroristas (el de la Embajada de Israel, y el de la AMIA); la brutal y descarnada desocupación, la multiplicación de la pobreza y la corrupción -como signo de época- del iceberg en el que asomó La Rosadita, La Pista de Anillaco y la Venta Ilegal de Armas a Croacia y a Ecuador: síntesis y marca de un tiempo que concluyó el siglo más desigual de la Argentina.

La década que siguió al mememismo tuvo mayor corrupción acaso, para repetir la tragedia, como farsa. Si el centenario de la Revolución de Mayo nos vislumbró promisorio (e incluso como una futura potencia mundial) en aquel 1910; el bicentenario del 2010 refutó esas posibilidades a fuerza de discurso e ilusiones desde el poder fagocitando a otras clases y exhibiendo un circo danzante y cánticos enfervorizaos como único espectáculo público (y de participación ciudadana) en el Obelisco y en Plaza de Mayo a costa de la multiplicación de la pobreza. La gente canta y festeja sus necesidades con identidad de pueblo e ídolos ricos. Arriba están los dirigentes que, como reyes, siguen en la búsqueda de su perpetuidad a fuerza de pésimas gestiones y limosnas clientelares arrojadas en cuentagotas.

Con la partida del autor de menemismo, tal vez valga la pena reflexionar sobre nuestro ciclo político signado por un nuevo kirchnerismo (neo neo peronismo o pos menemismo) que algunos denominan cristinismo y los menos (o los más audaces) murmuran albertismo.

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